Picture via Jak and Jil.
Cuando crees que has encontrado a ese chico que crees que te va hacer feliz, sientes una sensación incluso aun más placentera que comprarte unos zapatos (aunque sean de Zara). Saber que algo que anhelas aparezca en tu vida hace que sientas la más dichosa del mundo. Lógico, que un chico en tu primera cita te diga que es la primera vez que cena con una chica te hace sentir especial. Nuestro problema es que siempre idealizamos las cosas. Si, esos zapatos de Zara serán maravillosos, y puede que de vez en cuando los luzcas, y te dices a ti misma que para “estar guapa hay que sufrir”, pero al final de la noche sabes que acabarás con un terrible dolor de pies. Aunque no podamos andar con ellos, aunque nos cueste movernos con 15 centímetros, aunque nos tambaleemos y casi caigamos al suelo. Seguimos adelantes, apostando por esos zapatos que tanto te gustan. Y para que, ¿realmente merece la pena? Pues si, o al menos eso pensamos algunas. Las relaciones son más o menos, el complemente perfecto, o al menos eso pensamos, para vivir mejor y sentirnos más contentos con la vida. Y es cierto, seguramente habremos pasado noches maravillosas con esos tacones que te destrozaban los pies. Incluso te sentías más guapa, te hacían mejores piernas y el vestido te sentaba mejor. Aunque no frivolicemos, no digo que una relación sea como unos zapatos, pero a veces la sensación que nos transmite es la misma. También hay diferencias. Unos zapatos se pueden desgastar, se te puede romper un tacón o te puedes cansar de ellos, pero siempre quedarán en el armario, y podrás usarlos cada vez que quieras. Las relaciones son diferentes, no pueden tirarse a la basura y hay que cuidarlas mucho más que unos tacones de Louboutin. Y si se te rompe el tacón puedes arreglarlo, si te rompen el corazón o finalizas una relación, tardas tiempo en repararte a ti misma. No, aun no han inventado zapateros del corazón.
PD: ¿Alguien me acompaña a comprarme unos tacones nuevos?
Pa.